Tehuana de mis amores

Esta historia es parte de un proyecto, un regalo muy especial; tanto como la personita que me lo pidió, gracias Themis por invitarme a ser tu cómplice. n_n 


Hubo una vez una itsmeña que fuera de su ciudad cantaba un arrullo, una abuela que era madre y que protegía a su «chunca» (en zapoteco: la más pequeña, su consentida).

Cuentan las estrellas que en la noche en que salió de su pueblo fue marcando el camino con los centenarios de su ahogador. De ese modo pagaba por el futuro que deseaba entregar a sus hijos y el rastro que dejaba les permitiría regresar a su Oaxaca natal; la raíz de donde todos venían.

Cuando llegó a la ciudad solo le quedaba amor. Pero los espíritus grandes, como el de ella, saben construir moradas llenas de felicidad, entrega desmedida y calor de tradición. Pasó el tiempo y al final de sus días aquella hermosa itsmeña se unió al viento en un arrullo que vencería generaciones.

Cuentan que aún los más pequeños descendientes de su estirpe pueden encontrar su cariño y los restos de su canto entre los pliegues de su traje de tehuana.

Chunca pa’ allá, chunca pa’ acá…     … las olas que vienen y van.


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